lunes, 27 de febrero de 2012

Pintura I :Filippo Lippi

Nos adentramos en una nueva corriente artística: el Quattrocento italiano.
A partir de este momento, el artista comienza a tomar protagonista y es reconocido públicamente. Aparecen las escuelas de las diferentes disciplinas artísticas y también los talleres.
Se comienza a trabajar con las perspectiva y las pinturas cobran un aire más real. En esta época se resalta la figura humana y su belleza, tanto del hombre como de la mujer, como veremos en las obras de Filippo Lippi entre otros.

Más joven que Masaccio y probablemente su alumno, Filippo Lippi (1406-1469) fue un monje carmelita 

En el periodo central de su vida artística se acerca al estilo coloreado de fra Angelico, aunque buscando siempre en su pintura soluciones originales.
Lippi aborda de nuevo el esquema compositivo de la sacra conversazione (virgen con el niño y santos en un espacio unificado, de modo que los personajes sagrados parecen entablar un diálogo mudo por medio de sus miradas), superando la fragmentación en tablas separadas, que caracterizaba hasta entonces a los trípticos, con el propósito de obtener una composición unificada. Esto hace que sus pinturas tiendan a un espacio discontinuo, excesivamente lleno de objetos, formas y motivos secundarios. Sin embargo Lippi acierta con esta densidad y la transforma en una gran habilidad

Entre sus obras más importantes podemos citar: La Virgen adorando al niño, La Anunciación, La Coronación de la Virgen. Entre sus grandes frescos, tenemos: la vida de San Juan Bautista, San Esteban, El tránsito y coronación de la Virgen maría, La danza de Salomé.

En 1456 fue capellán del convento de Santa Margarita, en Prato, cuando se fugó con una monja, Lucrecia Buti, unión en la que nacería Filippino Lippi. Finalmente fue absuelto por el papa Pío II, pudo casarse y continuar su carrera
En esta última época realiza la serie de pinturas de la Madonna con el bambino, donde se aprecia la gran evolución del artista y los rasgos que predominan en el Quattrocento.
                                                                          



En concreto nos vamos a centrar en esta pintura: Virgen con el niño y dos ángeles.
Fra Filippo Lippi aporta al Quattrocento el sentido humano que se aprecia especialmente de las Madonnas como ésta que contemplamos. Dos ángeles llevan al niño hasta su madre, la cual lo recibe con las manos en posición de oración. El rostro de la Virgen recuerda al de Lucrecia Butti, al igual que sucede en otras obras como en la de la coronación de la Virgen. En los rostros encontramos mucha expresividad, especialmente en el angel que mira inocentemente al espectador. Tras las figuras se situa un paisaje enmarcado por una ventana que nos da la sensación de profundidad.
La minuciosidad de las telas y los adornos de la Virgen están inspirados en la pintura flamenca. Este tipo de Madonnas servirá de inspiración al gran Botticelli.






También podemos enunciar algunas de las obras maestras realizadas en Prato. Una serie de frescos inspirados en las vidas de San Juan Bautista y San Esteban entre otras escenas bíblicas como en El festín de Herodes. 


Madonna di tribulto 


       Madonna en el trono con santos.
El festín de Herodes.

Otra gran obra situada actualmente en la galería de los Uffizi al igual que la obra Virgen con el niño y dos ángeles es:
La coronación de la virgen.
 Introdujo importantes modificaciones en la iconografía tradicional de los personajes principales de la Coronación. Si a lo largo de los siglos XIII y XIV maría aparecía sentada humildemente inclinada ante cristo, ahora la vemos arrodillada ante la figura de Dios Padre, lo que incrementa la solemnidad del acontecimiento, La actitud de la Virgen y el hecho de que el creador lleve la tiara pontificia refuerzan la similitud de la escena con la coronación de una emperatriz.
En esta obra se contempla la influencia de fra Angélico a pesar del gusto gótico por la acumulación de personajes y refinamiento ornamental.. El personaje arrodillado ante él es Francesco Antonio Maringhi, capellán de san Ambrosio y donante de la obra. También se percibe el retrato del autor al que se le identifica con el monje carmelita situado a la izquierda que mira soñadoramente hacia el espectador. Una pálida luz baña los personajes dando lugar a unos rostros pensativos y delicados, característicos del arte de Lippi.
Abajo, detalle de Santa Teofista, representada con exquisita ambigüedad, resumiendo en ella características de Santa Ana, patrona de las madres y de Maria magdalena, cuyo tocado de finos bucles en forma de caracola nos recuerda a una cortesana. Se ha creído así mismo un retrato de Lucrezia Butti, amante del pintor.

Bibliografía:(2003) Historia del arte. Instituto Gallach. Barcelona
                   Imágenes conseguidas en el buscador de imágenes google.



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